Los viernes estamos hechos de pequeños gestos que cambian el mundo. Nos reunimos a leer, compartir, vivenciar, contar, abrazar.

Sin límites, sin fronteras, sin equipajes pesados. Con toda la honestidad del transcurrir.

Semana tras semana, las letras se van ordenando y desordenando en una danza equilibrista para brindarse por entero a la historia concluida o no.

Siempre en tránsito nos brindan una perspectiva que fluye y nunca desanima.

En verso, prosa, canción, documento, historia, tradición, cuento, anécdota, relato, grito, denuncia, ellas van y vienen y nosotros nos rendimos cual hojas en blanco a manchar.

De esta manera vemos el camino, para andar. Las diferentes miradas de los que asisten propician el conversatorio que tiene sus altos y bajos, como en todo. Nada detiene su andar ya que de eso estamos hechos.

En el diálogo y la acción nos reconocemos y es ahí cuando los puentes se elevan y podemos cruzar de un lado al otro sin pausa, pero sin prisa.

Una corriente que se torna sinuosa y como un río atraviesa el lugar para llevarnos a cualquier lugar.

Si la Felicidad se traduce en instantes, debo decir que lo que ocurre en los encuentros se parece mucho a eso. Viene a mi la historia del tiempo, en donde había almas que se encargaban de transmitir de oreja a oreja su existencia.

De ese modo nos definimos los seres humanos, en relación con el otro, y como teléfono descompuesto se escribe siempre la historia.

Estamos hechos de historias. SOMOS HISTORIAS.